sábado, 19 de febrero de 2011

El regalo


Que extraño es el amor. ¡Que novedad! Extraño el amor, doloroso y feliz, ya los griegos sabían que era uno de los dilemas del hombre. Y que extraño es sentir como puede cambiar algo de un día al otro. Ayer era una tristeza, hoy es una felicidad.

A veces duele. Nadie puede negarlo, quien lo niegue que tire la primera piedra, y nadie lo hará. A veces es capaz de hacernos arrancar lágrimas de dolor, que se mezclan con sensaciones de desprecio y de abandono, a la vez que la soledad, tan temida por unos como amada por otros, nos acecha con sus largos brazos de sombra gris y amarga. Para algunos, lo que desean, para otros, la tormenta de volver a sentirse inmersos en un tiempo que quieren que acabe rápido. Sí señor, a veces duele, y sin embargo es la necesidad del puercoespin ya explicada por Schopenauer la que nos lleva a buscarlo, a necesitarlo. Esa necesidad de satisfacción combinada con puntos de dolor, esa necesidad de felicidad combinada con puntos de tristeza.

A veces duele, pero a veces no. A veces es felicidad, es alegría, es motivo de sentirse pleno. Que extraño eso, de que un día la lluvia puede representar la tristeza del amor, y al día siguiente por más lluvia que haya solo persista la felicidad de tenerte a mi lado, de saber que no hay cosas en vano si tu estás ahí; aquí, en presencia de mis sentimientos de romance suturado por las tantas veces que fue destinado en vano antes de que tu aparecieras.

El amor es entrópico. No hay duda, quien dude que se rehúse a amar, porque nunca podrá encontrar en el amor el sentimiento de una felicidad perpetua sin planteamientos y replanteamientos y nuevamente replanteamientos que nos inducen a miles de situaciones. Aquí, en la entropía, me replanteo todo. Pero que extraño es que a veces un replanteo llegue a la conclusión odiada del final, y otras veces sea para llegar a la conclusión infinita del sentir por vos esto que es el gran dilema del hombre. Extraño no que el amor sea entrópico con miles de replanteos diferentes, sino extraño el corazón humano que se invade de miles de sentimientos. Es la gracia de ser humanos.

Y ahora aquí, me planteo que quiero seguir, que no puedo igualar los pequeños momentos de desesperación y tristeza con lo que siento y lo que experimento estando con vos. Este amor, que es lo que tengo, es lo que quiero. Tal vez no dude nunca de eso, sino que nunca comprendí la gravedad de mis errores, y ahora entiendo que los hermoso de ser humano es la posibilidad del libre albedrío, y en esta libertad te vuelvo a elegir, como ya lo he hecho otras tantas veces, así como elijo mejorarme para evitar en lo posible que las lluvias de mi rostro sean de amargura, y transformarlas todas en felicidad infinita.

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