sábado, 21 de mayo de 2011

Del frío externo y el "frío externo"


Maldito frío. Sí, te detesto. Esa cantidad de ropa por la cual tardas dos horas en vestirte y otras dos horas en sacarte. Maldito frío, sí. Todos los fríos. Caminando bajo un aura de hielo que te congela hasta el último pelo de la cabeza, con la nariz roja y, pronto seguro, nevada o lloviznas que solo vienen a empeorar las cosas (aunque la nevada puede ser asimilada más fácilmente por la belleza del espectáculo).

Frío de estación que es inevitable. Resignación de aceptar lo que es imposible negar en los ciclos de la vida: todo nace, crece y muere. Sí, el frío es la muerte. No así la muerte del cuerpo, sino aquella estación que representa que el fin es parte del ciclo, porque en sí mismo nada puede dejar de volver a nacer.

Frío externo, frío externo. Estufa prendida y las zapatillas puestas a pesar de lo cansados que se encuentran los pies, pero todo sea para tener un poco de calidez. ¡Qué rareza esta de necesitar la calidez de las estufas!. Rareza en mi. Sí, siento que le necesito, así como necesito que ese "frío externo" que siento en mi departamento, ese "frío externo" provocado por la soledad y la angustia se vaya.

Sí, frío externo, puede ser que te banque y hasta recibirte apaciblemente, pero no así al "frío externo". Ese que te muestra la burla de la soledad en tu cara, que te hace sentir que tu cuerpo necesita de la calidez de las caricias y los besos, de un simple suspiro al oído, de una simple sonrisa que se muestre, de un beso cálido y lento, de un abrazo fuerte y apacible. Sí, necesito esa calidez.

Calidez humana irreemplazable por cualquier otra, pero reemplazadora de otros tipos de calidez. Esa necesidad del abrazo constante, de la estreches de los cuerpos, de los besos apasionados y hasta salvajes que te despiertan esa sensación inevitable de sentirse querido o amado. Esa sensación tan necesaria, expresada en una simple caricia en el pelo o en el rostro, o en las simples palabras demostradoras de afecto dichas cara a cara; esa sensación demostrada en un simple abrazo con fuerza, en una sencilla toma de manos. Calidez humana, ¡cuanto te extraño!. ¡Cuanto necesito de tu abrigo ahora, de tu certeza que me ayuda a no caer en la depresión de la soledad infinita y temida!

Cómo desearía tener una simple charla tranquila, un compartir un momento de cine, o tan solo un recostar al abrigo de tu pecho que tanto extraño esta noche. Calidez humana que me ayuda a sentirme querido; calidez humana que me saca de la depresión; calidez humana que me evita la baja autoestima; calidez humana necesaria por el simple hecho de ser humano también.

Héme aquí escribiendo en soledad, mientras la estufa a mi lado trata en vano de calmar el frío de mi interior. Héme aquí, en tristeza profunda, bajo las garras de la baja autoestima que me ha vuelto a agarrar, y que no puedo evitar si nadie me tiende una mano representada en un simple cumplido. Héme aquí sollozando sin sentido, pues tengo a alguien que me ama, pero ese alguien no me brinda esa calidez que necesito, pues es simple como el "frío externo".

Sí, inevitablemente, es frío.