viernes, 6 de agosto de 2010

Martes, Venus y el Tercer Lugar

Hoy te tengo. Sí, en cada parte de mi te tengo y desde afuera también te tengo.
¡Como esperé este momento! El momento de sentirte y sentir que me sientes. El momento de ser mirado y mirar sabiendo que saben que estoy mirando con esa profundidad tal como los rincones más oscuros del gran océano, y que resuena en el fondo el simple sonido del amor. Porque es eso. Sí, no lo dudo, eso es lo que tengo, y lo que te ofresco.

A veces de forma rara; uno puede amar de forma rara. No se bien como definir en los dos polos que creo que existen del amor. Martes y Venus. Martes, ahí, tan rojo, tan apasionado, pero tan violento a veces, tan inestable también, tan fugaz otras, tan masoquista, tan sádico. Sí, martes, oh Martes, tu puedes mucho, y puedes llevar al ser humano a recorrer inagotables días de placer, pero tal vez, después, sea la nada. La nada entrópica de la pregunta eterna del por qué.
Venus, ahí, tan clara, tan tranquila, pero a veces tan sincera que puede recorrer los límites de la crueldad, de la frialdad, pero tan apasionada como cálida, como compañera, como amante, como una caricia de esas que suelo hacerte en la espalda cuando el acto del amor más puro es realizado.
Y nosotros ahí, sin encontrar alguno de los dos.

Pienso que está bien, ninguno de los dos es propiamente bueno, ni malo. Pero hemos sabido desde el principio tomar cosas buenas de los dos, y también algunas malas. Ya será momento de eliminar las malas, porque nos hacen tambalear, nos hacer retroceder, y nos llenan del orgullo más ingrato por no ver las deficiencias de ambos planetas en nuestro ser.

Será el momento hace días, porque ya es el momento. Pienso en que te tengo, sí, te tengo. Y te amo. Y no hay orgullo para eso, no hay ingratitud para eso, no hay enojo eterno para eso.
Una vez me dijeron, que cuando uno ama a alguien, todo lo demás se puede solucionar, siempre y cuando también te amen. Y sé que eso sentís por mi. Amor.

Veo el cielo, y me desprendo de mi, parezco volar, y siento cosquilleo en mi estómago, porque se que eso nunca me ha pasado, y solo ocurre ahora en que tu presencia se hace carne, en que tu alma me abraza, en que tu cuerpo me toca. Siento que lo que siempre quise es realidad, y no hay felicidad más grande que saber que esa realidad es contigo. Te amo.

Por siempre.