jueves, 27 de enero de 2011

Del yo y el yo interno

Entropía de pensamientos. Eso me invade en este instante, y cuando digo instante no me refiero a una ráfaga de segundos que inundan mi vida dejandola sin sentido para que luego todo vuelva a la normalidad. No. Me refiero al instante en que mi vida da muestra de que va a cambiar, de que necesita cambar, de que si no tomo manos en el asunto ella va a cambiar por mi, y es probable que quede perplejo frente a la crueldad que puede demostrar la determinación de mi vida sin que pueda intervenir yo, sin que pueda detenerla en su decisión de seguir con ciertas cosas que lentamente terminaran en crueldad. Esa crueldad de acciones que solo se hacen porque se hacen y que deseo con mucho énfasis cambiar. Pero ahí estoy, sintiendome impotente para hacerlo.

Pero pienso. Pienso en la vida, en mi vida, porque más allá que actue de manera extraña es mi vida. ¡¡Mierda!! ¡¡Algún tipo de decisión sobre ella debo tener!!!....¿no?. Sí, la tengo. La diferencia es que hasta ahora he sentido que ella y mis desiciones han ido de la mano, han ido en paralelo sobre caminos que ambos hemos decidido recorrer, sobre decisiones que ambos hemos decidido tomar, sobre adversidades que ambos hemos decidido enfrentar. Y ahora, la entropía....

Pienso, y dialogo conmigo mismo. Esa forma de conección que tenemos con ese ser interno nuestro que alberga las más grandes esperanzas y las más grandes y descaradas contradicciones sobre la vida. Dialogo con ese ser interno que todos tenemos, con ese ser uno que se refleja como en el agua de un mundo interno que está a punto de inundarse, o tal vez de sufrir una sequía. Me veo de frente a un espejo de sentimientos y de pensamientos que me llaman a pensar, y rápido; porque es como que el tiempo se acabara y la vida me diera muestras de que el cambio lo necesitara ya. Ese algo interior que se mueve dentro, que recorre nuestra espalda con cada escalofrío, que nos acompaña con cada sonrisa y con cara cara de ojete que podemos poner.

Ese ser nuestro interno. Igual que nosotros, pero tal vez incluso más humano. Porque nosotros, como humanos, tendemos a reprimir aquello que nos hace propiamente eso. Reprimimos los sueños, las ilusiones, los enojos, los ataques de pánico, la felicidad, las ganas de gritar, de llorar, de patear, de bailar, de reir a carcajadas, y todo por miedo a que puta dirá el de al lado. ¿Y qué mierda importa que dirá el de al lado? ¿Qué mierda importa si en definitiva ese o esa de al lado son humanos como nosotros y en su interior se reprimen también porque tienen el puto miedo de la verguenza?

¡¡Qué pelotudo pensamiento!!!Pensar en el "qué diran". Dichosos aquellos que día a día nos podemos librar de ese sufrimiento de pensar en lo que piensa el otro, dichosos aquellos que en realidad se piensan así mismos y que no especulan con las decisiones, dichosos aquellos que piensan mucho en sí mismos para que cuando tomen la decisión que lleve a su vida por algún camino sientan haber tomado lo correcto, dichosos aquellos que toman las decisiones que su interior humano tomó y que tal vez se equivocaron, y lloraron, y patearon, y gritaron, y pelearon, y etc., etc., etc.; dichosos aquellos que se piensan, que reflexionan y que deciden, sin saber si es bueno o malo, sin saber si es decision de uno o de ese interior que reprimimos, sin saber si nos llevara a algun buen puerto o a algun puerto de palos para finalmente terminar siendo espectador de una masacre de nuestros propios sentimientos. Dichosos aquellos que deciden, que se piensan, que se reflexionan, que dan muestra de no dejarse vencer, que enfrentan el miedo y las entropías.

Tal vez no consigamos nada definitivo, porque siempre, hasta el final de nuestra vida, nos veremos volver a ese interior nuestro. Pero eso es lo rico del dinamismo del ser humano. ¡¡Infelices aquellos que vivan una vida estática sin siquiera emociones internas!!!

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